De chavito viví muchos años en Ensenada y ahí fué mi primer contacto con el off-road, mi madre nos llevaba a ver la salida de la Baja Mil y la Baja 500. Me emosionaba con el rugir de los potentes motores y el rechinar de las llantas en el pavimento.
Al paso de los años, cambiamos de ciudad y emigramos hacia el sur (como los patos, jajaja) llegando a La Paz y después a Cabo San Lucas. Pero el contacto con el off-road siguió ya que a lo largo y ancho de la baja este deporte es de los más consentidos y concurridos por la gente.
Recuerdo que en la época de preparatoria nos ibamos varios amigos a disfrutar al ver pasar esos bólidos que dejaban una gran estela de polvo como si de cohetes se tratara. Los esperabamos a los margenes de las brechas bien apertrechados de hieleras con cerveza y carne para asar.
El sol radiante nos valía un cuerno, y lo que más importaba era «cotorrear con la palomilla» y pasar muy buenos y memorables momentos con l@s amig@s en pleno desierto y con hermosas playas casi virgenes que disfrutar 🙂
Ahhh que días aquellos.
Por cierto, aquí les dejo un reportaje que hizo Armando Figaredo para la televisión, esta muy interesante: